13/06/2010
Ferrol
Santiago de Compostela no es el único destino de los peregrinos que caminan a Galicia. Recortada contra el mar, sobre un monte de rocas y enterrada entre muros de piedra, se aguanta la ermita de Santo André de Teixido. Lugar sagrado para los celtas, se dice que las primeras peregrinaciones a este santuario cedeirés se remontan a la prehistoria, en la Edad de Hierro. Este camino milenario está plagado de mámoas, menhires y castros con un extenso protocolo de ritos y leyendas que todos los romeros se apuran a cumplir. Sin embargo, apenas está señalizado, no hay albergues, apenas peregrinos ni guías de la Xunta con consejos útiles para el viaje.
En pleno fervor peregrino del Xabobeo, un grupo de caminantes ferrolanos ha querido reivindicar con sus pasos el otro camino espiritual de Galicia. 240 personas participaron ayer en la marcha a pie a Teixido que organizó el Club de Montaña de Ferrol. Casi diez horas de caminata para cubrir los 50 kilómetros (cuesta arriba) que separan Ferrol de la ermita de Santo André. A la ruta se habían apuntado casi 300 romeros pero, tras cinco días de diluvio, muchos se echaron atrás.
En pleno fervor peregrino del Xabobeo, un grupo de caminantes ferrolanos ha querido reivindicar con sus pasos el otro camino espiritual de Galicia. 240 personas participaron ayer en la marcha a pie a Teixido que organizó el Club de Montaña de Ferrol. Casi diez horas de caminata para cubrir los 50 kilómetros (cuesta arriba) que separan Ferrol de la ermita de Santo André. A la ruta se habían apuntado casi 300 romeros pero, tras cinco días de diluvio, muchos se echaron atrás.
Es la última edición de una caminata durísima, sólo apta piernas ágiles y adultas, que se repite cada año el segundo sábado de junio desde 1998 y que ayer discurrió por senderos un tanto enfangados. Los más madrugadores partieron desde la plaza de Armas a las 8.30 horas y en O Couto (Narón), se unieron los más rezagados. Por el camino, la organización habilitó media docena de pequeñas paradas para repostar con la colaboración de algunas empresas de la zona a base de bocatas de tortilla "a buen precio" y la fruta que les regaló Gadis.
La mayoría de los caminantes eran gallegos, pero se les unieron dos grupos de madrileños y vallisoletanos, que ya son veteranos en una ruta que, según el club ferrolano, realizan unas 4.000 personas cada año. Celebérrimo es el refrán que dice que a "Santo André vai de morto o que non foi de vivo". "Nosotros", bromea Xan Ramírez, presidente del club deportivo, "decimos que se llega medio morto, medio vivo".
Ramírez critica que "desde la explosión" del fenómeno xacobeo en 1993, el de Santiago se ha convertido en un "camino de conciertos" mientras la antiquísima peregrinación a Santo André cae en el olvido institucional. Ambas rutas coinciden en un pequeño tramo del Camino Inglés, en Xubia. No obstante, la ruta andresina está poco y mal señalizada, con pequeñas marcas de pintura roja y blanca y tablillas de madera.
Santó André es el más septentrional de todos los santuarios gallegos y su romería -8 de septiembre- es Fiesta de Interés Turístico Nacional. Un domingo cualquiera, en Teixido, hay media docena de autobuses aparcados y centenares de turistas. La popularidad de la ermita cedeiresa la rentabilizan los 48 vecinos de la aldea, 29 hombres y 19 mujeres (en 2008), que habitan en medio centenar de casas que miran al mar.
La capilla se levantó en el siglo XII en la parroquia de Régoa, en plena Serra da Capelada y al borde de los acantilados más altos de la Europa continental. De la capilla original, sólo queda una puerta al norte. El santuario se reconstruyó en el siglo XVI y la torre, dos centurias después.
La tradición católica cuenta que, siendo apóstoles, Andrés y Santiago viajaron a Galicia para evangelizar las tierras de Iberia en sendas barcas de piedra. El primero naufragó frente a los acantilados de Herveira, alcanzó la orilla y levantó su capilla en ese lugar casi olvidado. Celoso de la popularidad de Santiago, se quejó amargamente de su suerte y logró la promesa divina de que todas las almas, vivas o muertas, desfilarían por el santuario en forma humana o tomando prestada la anatomía de cualquier animal.
El historiador naronés Andrés Pena sostiene que las peregrinaciones a Teixido eran parte del camino mágico de los celtas, o Camino del Sol. Cuenta que los griegos también lo frecuentaban siguiendo la ruta marcada por Hércules, en el décimo de los doce trabajos que le encargo el Olimpo. Ataviados con sudarios blancos y apoyados en varas de tejo, los caminantes dejaban piedras como señal de su paso en una veintena de amilladoiros en los que ya se acumulan miles y miles de piedrecitas.
La antigua ruta cruza el Monte dos Nenos, con restos de una necrópolis neolítica repleta de mámoas. La tradición peregrina a Santo André sobrevivió a invasiones bárbaras y siglos oscuros, dicen que protegida por la Orden de Malta, una hermandad de cruzados medievales que colocó su emblema en las puertas da Capela da Fame e da Sede, en Vilarrube.
El testamento de una mujer de Viveiro, en 1391, ya aludía a la romería de Teixido y fray Martín Sarmiento también se refería a la capilla en sus escritos durante sus viajes a Galicia a mediados del siglo XVIII, apunta Pena.La bajada a la ermita es ahora un pequeño mercadillo de vendedoras resabiadas que combinan leyenda y mercadotecnia para colocarle a los turistas la herba namoradeira (o clavel de mar) que crece en los acantilados de la zona. También se estilan los san andresiños, figuras protectoras a base de miga de pan sin fermentar que reproducen la leyenda del santo y la barca.
Al caminante que alcanza Santo André -a unos 200 metros sobre el nivel el mar-, todavía le queda un largo ritual que pasa por beber en la fonte dos tres canos, probar su fortuna arrojando pan al agua y atar un lazo en el árbol de los enamorados mientras busca unas briznas de herba de namorar para embrujar con sigilo a su pareja.Los primeros romeros alcanzaron su meta en torno a las cuatro de la tarde, y los últimos, varias horas después. Todos, sin excepción, regresaron a Ferrol exhaustos y en autobús.
La mayoría de los caminantes eran gallegos, pero se les unieron dos grupos de madrileños y vallisoletanos, que ya son veteranos en una ruta que, según el club ferrolano, realizan unas 4.000 personas cada año. Celebérrimo es el refrán que dice que a "Santo André vai de morto o que non foi de vivo". "Nosotros", bromea Xan Ramírez, presidente del club deportivo, "decimos que se llega medio morto, medio vivo".
Ramírez critica que "desde la explosión" del fenómeno xacobeo en 1993, el de Santiago se ha convertido en un "camino de conciertos" mientras la antiquísima peregrinación a Santo André cae en el olvido institucional. Ambas rutas coinciden en un pequeño tramo del Camino Inglés, en Xubia. No obstante, la ruta andresina está poco y mal señalizada, con pequeñas marcas de pintura roja y blanca y tablillas de madera.
Santó André es el más septentrional de todos los santuarios gallegos y su romería -8 de septiembre- es Fiesta de Interés Turístico Nacional. Un domingo cualquiera, en Teixido, hay media docena de autobuses aparcados y centenares de turistas. La popularidad de la ermita cedeiresa la rentabilizan los 48 vecinos de la aldea, 29 hombres y 19 mujeres (en 2008), que habitan en medio centenar de casas que miran al mar.
La capilla se levantó en el siglo XII en la parroquia de Régoa, en plena Serra da Capelada y al borde de los acantilados más altos de la Europa continental. De la capilla original, sólo queda una puerta al norte. El santuario se reconstruyó en el siglo XVI y la torre, dos centurias después.
La tradición católica cuenta que, siendo apóstoles, Andrés y Santiago viajaron a Galicia para evangelizar las tierras de Iberia en sendas barcas de piedra. El primero naufragó frente a los acantilados de Herveira, alcanzó la orilla y levantó su capilla en ese lugar casi olvidado. Celoso de la popularidad de Santiago, se quejó amargamente de su suerte y logró la promesa divina de que todas las almas, vivas o muertas, desfilarían por el santuario en forma humana o tomando prestada la anatomía de cualquier animal.
El historiador naronés Andrés Pena sostiene que las peregrinaciones a Teixido eran parte del camino mágico de los celtas, o Camino del Sol. Cuenta que los griegos también lo frecuentaban siguiendo la ruta marcada por Hércules, en el décimo de los doce trabajos que le encargo el Olimpo. Ataviados con sudarios blancos y apoyados en varas de tejo, los caminantes dejaban piedras como señal de su paso en una veintena de amilladoiros en los que ya se acumulan miles y miles de piedrecitas.
La antigua ruta cruza el Monte dos Nenos, con restos de una necrópolis neolítica repleta de mámoas. La tradición peregrina a Santo André sobrevivió a invasiones bárbaras y siglos oscuros, dicen que protegida por la Orden de Malta, una hermandad de cruzados medievales que colocó su emblema en las puertas da Capela da Fame e da Sede, en Vilarrube.
El testamento de una mujer de Viveiro, en 1391, ya aludía a la romería de Teixido y fray Martín Sarmiento también se refería a la capilla en sus escritos durante sus viajes a Galicia a mediados del siglo XVIII, apunta Pena.La bajada a la ermita es ahora un pequeño mercadillo de vendedoras resabiadas que combinan leyenda y mercadotecnia para colocarle a los turistas la herba namoradeira (o clavel de mar) que crece en los acantilados de la zona. También se estilan los san andresiños, figuras protectoras a base de miga de pan sin fermentar que reproducen la leyenda del santo y la barca.
Al caminante que alcanza Santo André -a unos 200 metros sobre el nivel el mar-, todavía le queda un largo ritual que pasa por beber en la fonte dos tres canos, probar su fortuna arrojando pan al agua y atar un lazo en el árbol de los enamorados mientras busca unas briznas de herba de namorar para embrujar con sigilo a su pareja.Los primeros romeros alcanzaron su meta en torno a las cuatro de la tarde, y los últimos, varias horas después. Todos, sin excepción, regresaron a Ferrol exhaustos y en autobús.
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